Ven Espíritu ven,
y llénanos Señor
con tu preciosa unción. (x2)
Purifícanos y lávanos
renuévanos, restáuranos Señor
con tu poder
purifícanos y lávanos
renuévanos, restáuranos Señor
te queremos conocer.
Hoy quiero, Señor, ponerlo todo en tu presencia,
darme hasta gastarme contigo y por Ti, hoy.
Hoy quiero, Señor, ponerlo todo ante tu puerta
Para en todo amarte y servir.
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta,
enciéndeme y déjame ser tu luz,
y así poder llevarte hasta todas las almas,
saciar la sed que tienes Tú desde la cruz.
Hoy quisiera madre, poner todo en tu presencia,
darme hasta gastarme, decirle que sí,
hoy te pido madre, que dejes mi puerta abierta,
para en todo amarle y servir.
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta,
enciéndeme y déjame ser tu luz,
y así poder llevarte hasta todas las almas,
saciar la sed que tienes Tú desde la cruz.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno»_
………….
VOZ EN OFF
He escuchado muchas voces en mi vida.
Voces que me dicen quién debo ser, qué debo lograr, cómo tengo que vivir.
Voces que exigen, que juzgan, que agotan.
Y a veces… también escucho mi propia voz.
Una voz cansada, insegura y herida.
Una voz que se pregunta si realmente soy amado, si estoy en el camino correcto, si vale la pena seguir intentando.
Y en medio de ese ruido, de ese hilo de pensamientos, de dudas,
de pronto…
una voz suave, firme, familiar.
Una voz que no viene de afuera, sino desde lo más profundo.
Una voz que no grita, pero que todo lo llena.
Una voz en el silencio: Tu voz, Jesús.
Tú me conoces.
No como los demás, ni siquiera como yo me creo conocer.
Tú ves más allá de mis máscaras, mis éxitos, mis fracasos.
Tú conoces mis caídas, mis luchas secretas, mis heridas más ocultas…
y aun así… no te vas.
No huyes. No te decepcionas.
Tú te quedas.
Y me llamas por mi nombre.
A veces no sé seguirte.
A veces me canso, me confundo, me alejo.
Pero tú me prometes algo que nadie más puede dar:
vida eterna.
Una vida que no se acaba cuando muero,
sino que comienza cuando te escucho, cuando te dejo guiarme.
Una vida que no depende de mis méritos, sino de tu amor.
Qué descanso saberlo.
Qué alivio saber que no tengo que sostenerlo todo, controlarlo todo.
Que, si me aferro a Ti, no tengo que temer al fracaso, al abandono, ni siquiera a la muerte.
Porque estoy en tus manos.
Y tus manos… nunca sueltan.
Y en ese camino, descubro algo más.
Que no camino solo.
Que no soy la única oveja.
Que hay otras voces, otras miradas, otras vidas que también te buscan.
Ovejas heridas como yo.
Ovejas que también escuchan tu voz, que también tropiezan, que también vuelven.
Y a veces… es a través de ellas que tú me hablas.
A través de su compañía, de su ternura, de su abrazo.
Ser oveja no es solo seguir al Pastor…
es también aprender a caminar junto al rebaño.
A sostenerme en la comunidad.
A dejarme cuidar… y a cuidar.
Entonces me pregunto:
¿por qué seguir huyendo?
¿Por qué seguir buscando fuera lo que sólo encuentro en Ti?
Hoy no tengo todas las respuestas.
Pero tengo algo real:
el deseo de escucharte.
De seguirte.
De volver a empezar.
Pues si la vida es como dices, que sencillo parece: ser una oveja sostenida por su pastor. Ser oveja sostenida por su rebaño.
Mirándote con Cristo me recreo,
tu espíritu de reina te embellece.
No conoces ni sombra de la muerte,
solo sabes decir “Sí”.
Ofreces tu carne al Padre y a tus hijos.
Femenina, me proteges.
Sólo te importa ofrecer un corazón
donde reclinar la cabeza:
¡de ti no puedo prescindir!
¡de ti no quiero prescindir!
Bendita entre todas las mujeres,
tú que ignoras tu belleza,
nada tuyo en ti ocupa lugar,
en ti quepo todo entero.
Contigo me siento único y tranquilo.
Tu mirada me comprende.
Tan solo yo quiero tener un corazón
donde reclinar la cabeza:
¡de ti no puedo prescindir!
¡de ti no quiero prescindir!
Ni el mismo Dios pudo prescindir de
Ti
¡de ti no quiso prescindir!
¡de ti no pudo prescindir!
Si por un segundo vieras cómo te miro
Cuando duermes, cierras los ojos, yo ahí sigo
Se me cae la baba, imposible no mirar
No quiero dejar de hacerlo, no lo intentes imaginar
Si por un segundo vieras cómo te escucho
Cada ruido, cada palabra, y cuando no hablas mucho
Y hables o estés callado, solo me importa si estás
En mi amor cabe el silencio, cabe hablar y mucho más
Reviento de amor, estoy temblando de gozo
Te como con la mirada, estás aquí y no estás solo
Cada lágrima, cada risa, en mi memoria se han grabado
Cada detalle de tu cuerpo y de tu alma fueron pensados
No creo que aguante más contenerme aquí detrás
Quiero entrar, hacerte mío, curar tu herida si me la das
Si por un segundo vieras cómo te miro
No querrías ver nada más
Si por un segundo vieras cuánto te amo
Yo solo sé entregarme, aunque sea en vano
Y tiemblo al imaginar cuando llegues al cielo
Costará respirar en el abrazo que nos daremos
Si por un segundo vieras lo que hay por llegar
Lo que aguarda escondido, casualidades sin azar
Lo sueño tantas veces, en cada don, ¿qué puedo hacer?
Tú recibes mi regalo, al cielo miras, agradece
Reviento de amor, estoy temblando de gozo
Te como con la mirada, estás aquí y no estás solo
Cada lágrima, cada risa, en mi memoria se han grabado
Cada detalle de tu cuerpo y de tu alma fueron pensados
No creo que aguante más contenerme aquí detrás
Quiero entrar, hacerte mío, curar tu herida si me la das
Si por un segundo vieras como te miro
No querrías ver nada más
Reviento de amor y estoy temblando de gozo
Hay tanta locura en este amor que no controlo
Pierde tu vida, recibirás la eternidad
La alegría de ser esclavo, esclavo de mi libertad
Si por un segundo vieras cómo te miro
No querrías ver nada más
Llévame contigo a todos lados,
que pueda dormir tranquilo bajo tu
preciso manto
Llévame contigo, no me sueltes de la mano,
Y que cuando sienta frío, note tu
cálido abrazo.
Llévame contigo, a donde quieras,
Y es que no hay mayor consuelo que
una madre que te quiera y que algún
día pudiera, al Cielo ir por tu escalera
Y entender que contigo Madre
querida, valió la pena
Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir cion humilde devoción:
Te quiero con locura preciosa Madre
Tú el mejor regalo de mi Dios
Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir con humilde devoción:
Te quiero con locura preciosa Madre
Tú Madre de Hakuna y mi corazón.