«LA CRUZ A CARGAR CADA DÍA»

🗓 25 de marzo de 2025


Ven espíritu ven

Ven Espíritu ven,
y llénanos Señor
con tu preciosa unción. (x2)

Purifícanos y lávanos
renuévanos, restáuranos Señor
con tu poder
purifícanos y lávanos
renuévanos, restáuranos Señor
te queremos conocer.


Por mí, por ti (Estación XVI)

Toda tu carne herida por mí,
toda tu sed clamando por mí.
Naceré de nuevo con tu sangre,
Señor,
libre para siempre por tu Amor.
Toda mi vida sólo por Ti,
cada locura sólo por Ti.
Arderé en la Gloria de tu Cruz, mi
Señor,
libre para siempre por tu Amor.


Cirineo (Estación V)

¿Quién ayuda a quién?
¿Quién me abrió los ojos a la
eternidad?
¿Quién lavó con sangre mi fragilidad?
¿Quién me ama hasta la muerte de
verdad?

¿Quién abraza a quién?
Qué ligero el peso si lo llevas Tú.
¿Cuánto suman dos miradas y una
Cruz?
Quiero ser un Cirineo de Jesús,
Quiero ser tu Cirineo, mi Jesús.

Dame tu vida, Señor,
Dame tus brazos, tu voz.
Sobre la Cruz, mi corazón
se hace grande en tu dolor,
por amor, por amor…

¿Quién espera a quién?
¿Quién me llama por mi nombre
como Tú?
¿Quién amó su noche para darme luz?
Quiero ser un Cirineo de Jesús,
Quiero ser tu Cirineo, mi Jesús.

Toma mi vida, Señor,
toma mis brazos, mi voz.
Sobre la Cruz, mi corazón
se hace grande en tu dolor,
por amor, por amor…
(X2)


Evangelio

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 13, 1-9

En aquel tiempo se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.

Jesús respondió:
«Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».

Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.

Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».


Voz en off

Cuánto buscamos hacer de la oración un esfuerzo,
una fórmula, una respuesta.
Y sin embargo,
orar es simplemente permanecer.

Es quedarse, aun cuando no hay palabras.
Es confiar, aun cuando todo parece callar.

Hay una fuerza que nace en el silencio,
una fe que crece despacio,
sin ruido, sin aplausos,
como una raíz que se extiende bajo tierra.

La oración no cambia a Dios,
nos cambia a nosotros.
Nos ablanda, nos abre,
nos enseña a mirar distinto.

Perseverar no es obstinarse.
Es amar sin medida,
seguir esperando aunque nada se mueva,
seguir creyendo cuando todo parece detenerse.

Permanecer.
Eso basta.

Porque el alma también florece en la espera.
Porque en medio del cansancio,
el corazón aprende a descansar en Dios,
a confiar sin entender,
a amar sin exigir respuesta.

Todo lo que es sostenido por amor
termina dando fruto.
Quizás lento,
quizás oculto,
pero siempre vivo.

Y entonces comprendemos:
no se trata de convencer,
sino de dejarse habitar.
No se trata de hablar,
sino de permanecer.

La fe es eso:
un corazón que late despacio,
pero no deja de latir.

Deseo permanecer en ti.


Mi peso en tus hombros (Estación II)

¡Pero qué hace ahí tirado, dejando
que le aten un madero a las espaldas!
Si es Dios...
¿Qué hace ahí? ¿Por qué está ahí?

Él quiso morir atado a nuestro peso
en sus espaldas. Y Tú te ataste a mí,
te ataste a mí.

Hoy quiero decirte, Señor,
que te doy las gracias,
que recuerdo mi peso en tus hombros,
pues lo único que te ata al leño es tu amor.

No puedes dejar de atarte, ni de
tomarte tan en serio mi pecado:
¡sólo quieres verme liberada!

No es un “amor de quita y pon”;
me quieres como un ciego apasionado.
Señor, contágiame de tu pasión.

Hoy quiero decirte, Señor,
que te doy las gracias,
que recuerdo mi peso en tus hombros,
pues lo único que te ata al leño es tu amor.

Unos tontos te atamos a un madero,
otros ignorándote.
Arrastrados por el placer,
por la muerte nos dejamos vencer.
¡Y tan fuerte es tu amor,
que no te puedes desatar!
¡Y aun conociéndome,
no me puedes dejar de amar!

Hoy quiero decirte, Señor,
que te doy las gracias,
que recuerdo mi peso en tus hombros,
pues lo único que tengo es tu amor.


La medida del amor (Estación XI)

¿Cuál es la medida del amor?
¿Cuánto alcanzan los latidos del
dolor?
“Padre mío, dales tu perdón.
Aún no saben que esas manos son de
Dios”.

Se conmueve el universo en cada
golpe
y el silencio deja hablar al corazón.
Un madero y unos clavos
empapados
de la sangre del más bello
Redentor.
Tu dolor me vuelve loco,
me da vida, y sin hablar me enseña
todo
lo que puede un corazón,
la medida sin medida del Amor.

En la Cruz clavaron el amor,
y un abrazo se hizo eterno en mi
dolor.
Clávame contigo, mi Jesús,
quiero darme y darlo todo como Tú.

Se conmueve el universo en cada
golpe
y el silencio deja hablar al corazón.
Un madero y unos clavos
empapados
de la sangre del más bello
Redentor.
Tu dolor me vuelve loco,
me da vida, y sin hablar me enseña
todo
lo que puede un corazón,
la medida sin medida del Amor.


Bendito

Bendito sea Dios, su santo nombre
Bendito Jesucristo, Dios de carne
Bendita creación que enmoró a su Creador
Bendito deseado y deseante

Bendito sea Dios su ardiente corazón
Su preciosa sangre, su presencia
apasionada en el altar
Bendito el Espíritu libre y amante
Bendita la Madre de Dios, José, los
ángeles, los santos
Bendito Cristo entre nosotros:
¡¡su familia!!

Uuuuuuuuuuuuu
Que da la vida
¡¡Bendito sea Dios que da la Vida!!


Madre de Hakuna

Llévame contigo a todos lados,
que pueda dormir tranquilo bajo tu
preciso manto
Llévame contigo, no me sueltes de la mano,
Y que cuando sienta frío, note tu
cálido abrazo.

Llévame contigo, a donde quieras,
Y es que no hay mayor consuelo que
una madre que te quiera y que algún
día pudiera, al Cielo ir por tu escalera
Y entender que contigo Madre
querida, valió la pena

Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir cion humilde devoción:
Te quiero con locura preciosa Madre
Tú el mejor regalo de mi Dios

Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir con humilde devoción:
Te quiero con locura preciosa Madre
Tú Madre de Hakuna y mi corazón.