Padre pon tu Espíritu sobre mí,
aquí estoy, aquí me tienes.
Gracias por la vida,
Que la viva siendo todo yo
Que la viva siendo todo yo
Todo libre,
todo entregado,
todo Tú,
todo dado,
todo alegre,
todo amante,
todo amado,
todo arrodillado,
todo hijo,
todo hermano,
todo padre,
todo disfrutón,
todo mariano,
todos por todos,
que viva todo,
con toda el alma.
En ciudades de coronas blancas.
En los cantos de gargantas altas.
En las ruinas ecos del pasado.
En cada página del libro sagrado.
En la sal, agua que empapa el alma.
En la brisa que prende las brasas.
En inciensos que trepan pilares.
En ofrendas que se encienden suplicantes.
En Tierra Santa
lo busco en Tierra Santa
colinas de piel dorada
reveló su Palabra.
En Tierra Santa
lo busco en Tierra Santa
colinas de luz dorada
reveló su Palabra.
En cien mil, en cada nombre.
En la danza de liternas de la noche.
En los ojos cerrados contemplando.
En el monte donde duermen los hermanos.
En la larga alfombra de dolor.
En el silencio que mece mi voz.
En el trigo, la vida y las ganadas.
En la mostaza que, discreta, todo guarda.
En Tierra Santa
lo busco en Tierra Santa
colinas de piel dorada
reveló su Palabra.
En Tierra Santa
lo busco en Tierra Santa
colinas de luz dorada
reveló su Palabra.
Aquí se encarnó,
vivió entre los hombres.
Y lo encuentro en cada paso que doy
en esta tierra.
En esta Tierra Santa
lo busco en Tierra Santa
colinas de piel dorada
reveló su Palabra.
Jn 11, 1-45.
En aquel tiempo, había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. […] Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Solo entonces dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea».[…] Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te llama». Apenas lo oyó se levantó y salió adonde estaba él, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. […] Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?». Le contestaron: «Señor, ven a verlo». Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!». Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?». Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: «Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días». Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera». El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Un Dios de carne
Jesús amaba.
Jesús se conmueve.
Jesús se estremece.
Jesús se echa a llorar.
Y ya sólo… ya solo queda mirar al Cielo.
Llamar al Padre.
Pedirle, pedir al Padre que escuche al Hijo.
El Hijo roto y triste.
El Hijo que necesita a su Padre.
Jesús, aquí se cae mi fe.
Aquí es cuando se tambalea todo.
Yo creo,
Yo te sigo,
Yo voy a Misa,
Yo vivo la cuaresma.
Me mortifico, me doy, me confieso, me exijo…me porto bien.
Pero realmente no he entendido nada.
Es muy fácil seguir la lista de cosas buenas.
Es muy fácil cumplir y dar la talla.
Es muy fácil reprocharte cuando algo sale mal,
Cuando parece que llegas tarde,
Cuando mis oraciones no funcionan.
Es muy fácil exigirte resurrecciones.
Es muy fácil pedirle a Dios que sea Dios, ¿no?
Y entonces cae la primera lágrima.
Eh, ¿Jesús?
Y después se escucha el primer llanto.
Oye, ¿Todo bien?
De verdad que no lo entiendo.
Pero, ¿porqué lloras, si eres Dios?
Si Tú lo sabes todo.
Si Tú lo puedes todo.
¿Por qué te partes?
¿Por qué sientes?
¿Por qué corres, abrazas, pides, gritas, suplicas?
¿Por qué…?
Esta es la piedra que tengo por corazón.
Completamente ciego y absorto.
Tan frío, que no te deja ser hombre.
Tan soberbio, que no admite la necesidad de un Padre.
Tan roto, que es incapaz de creer lo que tiene delante.
Un Dios hecho carne.
Un Dios roto en este pan.
Desconsolado,
Necesitado,
Sediento.
Que padece mi dolor en sus entrañas.
Que siente mi cansancio en sus huesos.
Este pan es Dios.
Es la carne de Dios.
Es la humanidad de Dios.
Este pan grita que quite la losa de mi corazón.
Y que deje entrar la Vida en mí.
Me pide ser más sencilla,
Me pide acercarme más,
Me pide tratarle por quien es y no por lo que es.
Me pide creer en ti, Jesús de Nazaret,
Que das la vida por tus amigos,
Y que ahora quieres darla por mí.
Mi mejor amigo decidió morir por mí,
cargó con mi castigo para que yo
pudiera vivir.
No viniste a juzgarme, me viniste a
salvar.
Y ahora lo que más quieres es que yo
me deje amar.
Abrázame, hoy me dejo querer.
Todos mis pecados arden
en el fuego de tu amor.
Y siempre que yo me caiga
Tú me levantarás.
Coronado con espinas, vestido de
dolor,
en tu último suspiro mi mundo se
apagó.
Pero al tercer día, un gran ruido se
escuchó,
fueron ángeles cantando: ¡Jesús
resucitó!
Oh abrázame, hoy me dejo querer.
Todos mis pecados arden
en el fuego de tu amor.
Y siempre que yo me caiga
Tú me levantarás.
Quiero volver a nacer en ti,
quiero volver a nacer en ti,
quiero volver a nacer en ti,
¡Ahora soy libre! ¡Ahora soy libre!
¡Porque tú me haces libre!
Todos mis pecados arden
en el fuego de tu amor.
Hoy quiero, Señor, ponerlo todo en tu presencia,
darme hasta gastarme contigo y por Ti, hoy.
Hoy quiero, Señor, ponerlo todo ante tu puerta
Para en todo amarte y servir.
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta,
enciéndeme y déjame ser tu luz,
y así poder llevarte hasta todas las almas,
saciar la sed que tienes Tú desde la cruz.
Hoy quisiera madre, poner todo en tu presencia,
darme hasta gastarme, decirle que sí,
hoy te pido madre, que dejes mi puerta abierta,
para en todo amarle y servir.
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta,
enciéndeme y déjame ser tu luz,
y así poder llevarte hasta todas las almas,
saciar la sed que tienes Tú desde la cruz.
Llévame contigo a todos lados,
que pueda dormir tranquilo bajo tu
preciso manto
Llévame contigo, no me sueltes de la mano,
Y que cuando sienta frío, note tu
cálido abrazo.
Llévame contigo, a donde quieras,
Y es que no hay mayor consuelo que
una madre que te quiera y que algún
día pudiera, al Cielo ir por tu escalera
Y entender que contigo Madre
querida, valió la pena
Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir cion humilde devoción:
Te quiero con locura preciosa Madre
Tú el mejor regalo de mi Dios
Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir con humilde devoción:
Te quiero con locura preciosa Madre
Tú Madre de Hakuna y mi corazón.